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Transfăgărășan. Posiblemente, la carretera más bonita del mundo

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Le tenía muchas ganas a esta carretera de Rumanía desde que la conocí en 2009 gracias a los locos de Top Gear. En mi primera visita al país, me fue imposible cruzarla por la nieve. En verano, me sirvió como excusa perfecta para reconocer Rumanía y disfrutar de los 150 kilómetros de curvas imposibles de esta magna obra de ingeniería, construido en uno de los lugares más bonitos de Transilvania.

Transfagarasan de noche

Viajar a un país con el objetivo principal de conducir por una carretera puede parecer algo extraño, pero es que la Transfăgărășan es mucho más que una simple vía de comunicación, y más si estás a los mandos de un infame Dacia Logan 1.5 DCI.

Me tenía que conformar con los 75cv del pequeño Dacia para recorrer una de las carreteras más bonitas del mundo, pero por lo menos, iba a vivir una auténtica “experiencia rumana”. Sólo me faltaba llevar el maletero lleno de trastos.

Empecé la ruta en Curtea de Argeş, un pueblo vacacional del que no esperaba nada y que me sorprendió por todo lo que vi allí, como el curioso monasterio de Arges. En este tramo la carretera era de lo más aburrida, igualita que cualquier otra en Rumanía. Pueblos con casas a medio construir, gallinas correteando libres, y muchas flores de colores.

Sacando un cuadro del monasterio

Hasta que no llegué al castillo Poienari (Cetatea Poenari), no empezó la verdadera subida. 1480 escalones que tuve que subir, uno a uno, en medio de un bosque plagado de osos, a tenor de la gran cantidad de carteles alertando de su existencia, para llegar al verdadero castillo de Drácula, o Vlad Tepes, como prefieras llamarlo. Hablar de Rumanía y no nombrar a este personaje debe ser pecado.

Desde lo alto de esta fortaleza del siglo XIII hay unas vistas estupendas que compensan el duro esfuerzo de llegar hasta aquí arriba. Cansa tan sólo imaginarse como sería la vida diaria en este castillo, enclavado en una situación privilegiada, pero a la vez muy complicada de acceder.

Después del castillo y un par de curvas, tocaba la otra parada imprescindible en el camino, la presa de Vidraru y su embalse. Construido en los años 60, antes que el paso a través de los Cárpatos, esta presa da vértigo con sus 160 metros de altura. Una vez subido al improvisado mirador y admirado el comunista Prometeo, muy simpático con los rayos en las manos, empezaba la verdadera Transfăgărășan, la construida en 1970.

Los 300 metros de la presa Vidraru

El frondoso bosque a los lados de la carretera apenas dejaba entrever el embalse, pero casi que lo agradecía. Era momento de concentrarse en la conducción, y con un Dacia entre manos, auténtico carro del país, mejor no despistarse ni un segundo.

Las primeras curvas importantes iban apareciendo, siempre al lado de un riachuelo o incluso, de una cascada. La carretera estaba húmeda. Engranar la cuarta marcha sólo era posible en contadas ocasiones. El Dacia se mostraba firme en las trazadas exigentes. Carente de cualquier invento electrónico, se valía únicamente de su robusto chasis para mantenerse en la carretera.

Las siempre saturadas carreteras rumanas parecían algo de otro mundo, pues raro era el momento en que me encontraba con otro coche. Si iba en mi misma dirección, no tenía ni tiempo para leerle la matrícula antes de adelantarlo. En Rumanía corren mucho en las rectas, pero las curvas parece que les dan miedo.

Puesto de productos locales

Embutidos locales

Los kilómetros se sucedían lentamente, aunque el ritmo no fuese, precisamente, lento. Al fondo, las montañas Făgărășan se intuían entre la niebla. Los frenos empezaban a exigir una tregua. La noche empezaba a caer, y ya sólo veía lo que querían que viese los focos del Dacia. Apareció la niebla, se acabó la fiesta. Tan sólo unos pocos kilómetros más de sinuosa tortura, unas curvas más retorcidas de lo ya habitual, y lo habría conseguido.

Estaba en lo más alto de la Transfăgărășan. 2034 metros sobre el nivel del mar, al lado de un, intuía entre la niebla, precioso lago glaciar. El Dacia se había portado sorprendentemente bien. Estaba feliz de cumplir este pequeño sueño.

Pasé la noche en el coqueto hotel Balea Lac 3*, esperando que al día siguiente hiciera mejor tiempo, y pudiera recorrer un poco la zona, haciendo alguna ruta de montaña.

Hotel Balea Lac

No hubo suerte, pues a pesar de estar en pleno agosto, la niebla cubría las montañas. Tuve el tiempo justo de dar una vuelta por los alrededores del lago Balea, visitando los puestos de comida que hay nada más cruzar el paso de montaña, e imaginándome lo bonita que debe ser la zona en un día de sol. Por casualidades del destino, los pilotos del rally de Sibiu estaban entrenando ese día en la Transfăgărășan, pues en dos días, la carretera sería uno de los tramos del rally.

Me desperté después de una larga siesta con el tiempo justo para intentar captar el atardecer. No había sol, pero tampoco había niebla. Era mi oportunidad de ver la Transfăgărășan en todo su esplendor. Y tuve mucha suerte. 15 minutos después, la niebla se alió con la noche para ocultar de nuevo la carretera a mis ojos.

Carretera con curvas

Transfagarasan de noche

Aprovechando este parón de los acontecimientos, es un buen momento para contar un poco la historia de la Transfăgărășan. Su construcción empezó en 1970 por decisión del megalómano dictador Nicolae Ceauşescu (posiblemente lo único bueno que hizo durante su mandato, además de morir asesinado), que recuperó los antiguos planes de una carretera que cruzase las montañas Făgărășan. Con esta ruta querían asegurar la entrega de la madera de los bosques de Făgărăș, así como hacer una nueva vía de comunicación entre el norte (Transilvania) y el sur (Wallachia).

La excusa de un posible ataque de la Unión Soviética, que un par de años antes invadió Checoslovaquia, le sirvió para movilizar al ejército y construir esta carretera de alta montaña, en teoría no tan vulnerable a los ataques como los pasos ya existentes en los valles.

4 años después, con un año de retraso sobre el plazo inicial, terminaron esta sinuosa ruta en pleno corazón de las Făgărășan, no sin grandes pérdidas humanas y económicas. Las fuentes oficiales dijeron que 40 soldados, pero realmente fueron centenares de ellos. Al final, tanto esfuerzo fue en vano, ya que gran parte del año esta carretera permanece cerrada debido a las abundantes nieves. No creo que la Unión Soviética planeara atacar sólo en verano.

A pesar de su desastrosa concepción, la Transfăgărășan es una carretera muy bonita, que serpentea con gracia los paisajes más hermosos de Rumanía, como pude comprobar a la mañana siguiente.

Vistas desde la ruta

Por fin la niebla y la lluvia daban una tregua, así que aproveché para caminar un poco en busca de una buena vista, y el paso de Saua Caprei se me antojaba el lugar perfecto, sobre todo cuando al cartel ponía que la duración estimada de la subida era de media hora. Una hora después decidí dar la vuelta, sin llegar al paso, pues la niebla volvía a hacer acto de presencia. O así me justificaba para no herir demasiado mi orgullo.

Renunciando a hacer alguna otra ruta en lo alto de las Transfăgărășan, emprendí el descenso por la cara norte, la realmente espectacular. Y concurrida. Esta vez no pude, ni tampoco quise, exprimir un poco el Dacia, viendo su pereza al frenar. Pero ni falta que hizo, con la belleza del paisaje en que me encontraba. Tan sólo podía compararlo con un lugar: Escocia. La misma hierba, las mismas cascadas en medio de la montaña, la misma tierra rebosante de agua, las mismas ovejas, pero mucha más basura.

Se notaba que esta era la parte bonita, pues todos nos íbamos parando a la mínima oportunidad para hacer una foto. El serpenteante trazado de la carretera por el medio del valle era hipnótico.

Mirando la carretera

Curvas de la Transfagarasan

Poco a poco el bosque iba envolviendo la carretera de nuevo, estando los picos cada vez más lejos. Bâlea Cascadă, lugar donde tomar el teleférico para subir a lo alto en invierno y de la mayor cascada de Rumanía, fue la última parada antes de terminar el recorrido.

Las curvas se terminaron súbitamente. La planicie volvió a ser el paisaje predominante. En ese momento supe que había vivido la experiencia rumana de completar la Transfăgărășan conduciendo un Dacia, y me había encantado la experiencia. Posiblemente, una de las mejores en Rumanía.

Ahora sólo me falta conocer la Transalpina (DN67C).

La carretera más bonita del mundo

Valle desde abajo

Cómo es conducir por la Transfăgărășan

Divertido. Muy divertido si te gustan las curvas. Esta es una carretera muy bien trazada, pero muy lenta, siendo su velocidad media de tan sólo 40km/h. Recorrerla en el tiempo que marca el GPS es prácticamente imposible, pues en la cara norte hay mucho tráfico, y en la cara sur hay que ir realmente rápido para hacerla en menos tiempo.

Como sólo está abierta en verano, entre junio y octubre, los fines de semana se convierte en uno de los destinos preferidos por los rumanos que vienen a descansar, así que los atascos son frecuentes. Si quieres conducir sin problemas, es recomendable ir a principio de semana.

En cuanto al piso, es bastante bueno, sin grandes agujeros y con las rayas bien pintadas. El arcén, digamos que está en fase de planificación, pero en todas las curvas con buenas vistas, hay sitio para aparcar.

Dacia conquistando la Transfagarasan

Qué hay para ver en la ruta Transfăgărășan

De sur a norte, de Curtea de Argeș a Cartisoara, estos son los lugares más interesantes a visitar:

– Monasterio de Argeș (Mănăstirea Curtea de Argeș). Neagoe Basarab mandó construir en 1512 el monasterio más bonito de Rumanía al legendario Maestro Manole (Kőműves Kelemen), que sacrificó su vida y la de su esposa para finalizarlo, según cuenta la leyenda. Sigue siendo uno de los monasterios más bonitos del país.

Monasterio de Arges

– Castillo Poenari (Cetatea Poenari). Castillo en ruinas verdadera residencia de Vlad III el Empalador (Vlad Tepes) en el siglo XV, al que se llega tras subir 1480 escalones a través de un bosque. Vistas muy buenas desde lo alto, muy recomendable.

Castillo Poenari

– Valle de Stan (Stan´s Valley). Especie de vía ferrata cerca del lago Vidraru, que descubrí documentandome para el artículo. Tiene muy buena pinta. Dificultad media, 7 kilómetros que se hacen en 5h.

– Embalse Vidraru (Lacul Vidraru). Su presa fue construida en 1965, tiene 166 metros de alto y 305 de ancho. Hay muy buenas vistas al lago y al valle desde las escaleras situadas en el lado derecho. El paso hasta la escalera del Prometeo están cerradas. La presa se utiliza como plataforma de bungee.

Presa Vidraru

– Cascada Capra. A 5 kilómetros del lago Balea, esta abundante cascada de 40 metros de alto cruza la carretera a 1690 metros. Está abastecida por un lago en la cima.

Cascada de Capra bajo la niebla

– Lago Bâlea (Lacul Bâlea). Es el lugar más alto al que se puede llegar con coche, a 2034 metros de altura. Este lago de origen glaciar es un auténtico atractivo para los visitantes. El hotel que está en la pequeña península, el Hotel Bâlea Lac, es el más popular en las Fagarasan.

– Rutas por la montaña. Hay muchas rutas de montaña para hacer en los alrededores del lago Bâlea, todas ellas perfectamente señalizadas con su correspondientes símbolo. Una de las clásicas es subir a la segunda montaña más alta de Rumanía, el Negoiu, con 2.535m.

Estrenando mis Hi-Tec subiendo el monte

Ruta por las Fagarasan

– Teleférico entre Bâlea Cascadă y Lacul Bâlea. En invierno, el teleférico es la única forma de llegar hasta el lago Bâlea, ya sea para hacer una travesía, para esquiar o ver el paisaje.

– Bâlea Cascadă. La cascada más alta de Rumanía, con 60 metros de altura. Se llega siguiendo el camino que empieza en el teleférico, durante una media hora. Las mejores vistas a la cascada son desde el teleférico.

Dónde dormir

En el Lacul Bâlea, en lo alto de la Transfăgărășan, hay varios hoteles donde pasar la noche, y en invierno, incluso hay un hotel de hielo. Una buena opción es el Hotel Bâlea Lac 3*, en el que estuve las dos noches que pasé en el lugar.

Las habitaciones son de estilo rústico, sencillas y de un buen tamaño. Cuentan con todo lo básico, como es televisión, Internet (la incomunicación se nota, va bastante lento), y una buena calefacción, así como con un baño limpio y funcional. Lo que más me gustó fue el restaurante, muy variado en contundentes platos rumanos, y a buen precio para estar tan lejos de cualquier pueblo. Para que te hagas una idea, es más barato comer en Bâlea Lac que en un restaurante bueno del centro de Bucarest.

En los meses de invierno, construyen un hotel de hielo al lado de este, el Hotel Ice Balea.

Habitación del Hotel Balea Lac

Transfagarasan en 2015

En moto o coche

Más información:

  • Monasterio de Argeș (Mănăstirea Curtea de Argeș).
    Horario: todos los días de 8:00 a 20:00 en verano, 9:00 a 17:00 en invierno.
    Entrada: 2 lei (0,5€). Autorización para hacer fotos dentro, 10 lei (2,5€)
  • Castillo Poenari (Cetatea Poenari). Cuidado con los osos
    Horario: todos los días de 9:00 a 18:00.
    Entrada: 5 lei (1,2€)
  • Teleférico entre Bâlea Cascadă y Lacul Bâlea. 
    Horario: de 9:00 a 17:00
    Tarifa: 30 lei (7,5€) cada trayecto.
  • Hotel Bâlea Lac 3*. Bonito hotel a orillas del lago glacial. Habitaciones dobles desde 50€, ofrece una habitación como refugio para 6 personas.
  • Hotel de Hielo en Balea. Vive una experiencia diferente en la cima de Rumanía. Desde 100€ la habitación doble.
  • Más hoteles en la Transfăgărășan
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